Imagen de freepng.es |
Me preocupa, y no poco, que los niños y
jóvenes del siglo XXI tengan por modelo a presidentes que mienten y a pedagogos
que eduquen en base a sus propias tendencias partidistas. Yo crecí en un ámbito
familiar de emigrantes europeos que padecieron la locura del nazismo y la
desgracia del comunismo. En aquel entonces, mi educación escolar se fundamentó
en un diseño curricular totalmente enfocado hacia la educación formal, cultural
y física, promoviendo la libertad de expresión, el respeto mutuo y la
convivencia. Votar en unos comicios era mi derecho ciudadano aparte de un deber
para con mi país. Las ideologías políticas ajenas a la democracia no estaban
incluidas en los programas educativos. Puedo decir con franqueza que vivíamos
en una auténtica convivencia democrática, compartiendo penas y fiestas con
portugueses, españoles, italianos, alemanes, libaneses, húngaros, trinitarios,
cubanos, dominicanos, argentinos, colombianos, chilenos, peruanos, ecuatorianos,
bolivianos, de diferentes creencias y costumbres, respetándonos y, lo bonito y
más importante: con esa sensación de bienestar, ayudándonos los unos a los
otros en la medida de nuestras posibilidades. ¿No es acaso lo que todo país
debiera de inculcar a través de la educación formal, escolar?
La educación era tema prioritario. De
hecho, son muchos los profesionales (médicos, ingenieros, arquitectos,
artistas, etc.) que destacan aún hoy día en tierras ajenas, lejos del país
donde fueron educados, lejos de un país llamado Venezuela. En los albores del
siglo XXI y en manos del actual régimen fascista, la educación formal pasó a
ser un adoctrinamiento; Simón Bolívar, de libertador de naciones pasó a ser
liberador de los oprimidos; los modelos democráticos capitalistas pasaron a
llamarse países imperialistas, a las grandes empresas (nacionales e
internacionales) las tildaron de opresores capitalistas, y el día que mi hijo
de apenas cuatro años me reclamó que yo no podía decir que el presidente Chávez
era un traidor de la patria y que estaba mintiéndole al pueblo, en ese preciso momento
decidí que nadie adoctrinaría a mi hijo, por más buen profesional que fuera la
maestra que les dijo ese día a toda la clase de párvulos que había que escuchar
las sabias palabras de su presidente.
Y heme aquí, hoy día, residiendo en
España desde entonces, observando desde esta esquina cómo se repite la historia.
La educación primaria y secundaria se ha ido alejando, cada vez más, de los
niveles de calidad. Los colegios ya no son el segundo hogar en el que los
padres pueden depositar su confianza para una educación integral de sus hijos,
entendiéndose por integral aquello que contiene desde los hábitos de aseo y
estudio, los contenidos programáticos formales hasta la aplicación de una
escala de valores para la convivencia familiar y en la sociedad, donde el irrespeto
al prójimo, la mentira, el “yo soy más que tú y hago contigo lo que me da la
gana”, no tendría cabida alguna. Solo basta imaginar la posible confusión y
desubicación de aquellos niños que son hijos de padres catalanes en desacuerdo
con la revuelta separatista.
Pareciera que estamos en un franco retroceso. La
escala de valores ha sido modificada, la mentira y el engaño es el bastión que
precede a una tropa de ignorantes e ignorantas
(me permito utilizar tal "palabro" como burla
irónica ante tan nefasta ofensa a nuestra precisa y preciosa lengua) que tanto
ansían ser gobernantes y gobernantas, practicantes y practicantas de un régimen
fallido, históricamente demostrado y, si no es así, díganme dónde están los
miles y miles de emigrantes con destino a Cuba, Venezuela y Corea del Norte. Y
para aquéllos que están pensando en darle una oportunidad a este gobierno,
lamento contarles que los venezolanos también se la dimos… Y nos llenaron con
noticias de poca relevancia (que si fulanito dijo tal cosa, que si menganito
tal otra) mientras socavaban, ahuecaban los pilares de un país democrático: la
educación, la justicia, la libertad de expresión de los medios y el libre
mercado. Con una mano aupaban al corderito pueblo y con la otra pactaban
acuerdos con la ultra izquierda y comunistas.
Cuando un gobernante y sus seguidores se
olvidan que en el país que rigen también hay niños y jóvenes, cuando no les
importa mentir, engañar y venderse al mejor postor, entonces, tendremos futuros
niños y jóvenes que mentirán, engañarán y se venderán, porque es el ejemplo popular
que han recibido.
¿Y qué les dirán a nuestros hijos cuando utilicen
el plural masculino en lugar de niñas y niños? Espero y deseo no padecer tan
indignante experiencia.