jueves, 13 de junio de 2019

¿Es necesaria la selectividad?


¿En necesaria la selectividad para ingresar en una universidad? Soy de las que piensa que, si existe la selectividad, entonces demuestra que se desconfía del sistema educativo.

Fuente: Freepik
Me explico: durante cuatro cursos de secundaria y dos de bachillerato, los alumnos son preparados y educados formalmente para consolidar las bases necesarias para luego sostener una educación universitaria.

Dicha formación, secundaria y bachillerato, es evaluada con exámenes a lo largo de seis años de estudios. Si un alumno, al finalizar el bachillerato, tiene un promedio de notas de 8, 9 o incluso en pocos casos, 10, ¿por qué debe presentarse a la selectividad? ¿por qué sus esfuerzos de superación durante esos dos años de bachillerato son echados al traste? Valga aquí una aclaratoria: el que crea que estudiar bachillerato es sencillo, está equivocado. El nivel de exigencia curricular es alto, los contenidos espesos y el tiempo, corto.

¿Por qué pienso que esos dos años de estudio son echados al traste? Sencillo: en la selectividad, el promedio de las notas de bachillerato pondera solo el 60%, es decir, aquel alumno que tenga un promedio de 8, 9 o 10, tendrá de cara a la selectividad un acumulado de 4,8; 5,4 o 6 respectivamente. Por tanto, su esfuerzo durante esos dos años no será suficiente para acceder a cualquier universidad, a cualquier carrera que exija notas de corte altas. Valga aquí otra aclaratoria: las notas de corte son dadas por las universidades en función del número de plazas y, aceptan un determinado número de candidatos, comenzando por los estudiantes que tienen las notas más altas. El alumno que se queda con la última plaza establece la nota de corte para esa universidad y carrera.

Y para rematar, ese estudiante modelo (porque un promedio alto de calificaciones es una rareza hoy día), tendrá que presentarse a la selectividad, repasar y/o estudiar contenidos durante dos semanas y volcar, nuevamente, lo que sabe y domina de dos cursos, en dos horas de examen por materia, que representará el restante 40% para alcanzar el 10 (o una nota superior si decide presentarse a dos exámenes más con el fin de aumentar las probabilidades de ser aceptado en la universidad y carrera que desea estudiar).

¿Estamos creando a futuros forjadores de España? ¿Estamos sembrando la semilla del esfuerzo, de la perseverancia en nuestros estudiantes? ¿Estamos realmente educando?   Sinceramente, creo que no. No estamos forjando ni sembrando ni educando.

Pongamos la mira en todas las oportunidades que tiene un alumno para aprobar las materias principales (por ejemplo, matemáticas o lengua) de bachillerato y enumerémoslas:

    1. Dos exámenes parciales trimestrales que, promediados, sumen 5 puntos o más. Son tres trimestres, seis exámenes en total.
    2. Recuperación trimestral si el promedio de los parciales es inferior a 5. Un examen por trimestre. Tres exámenes en total.
   3. Recuperación al final del curso mediante un único examen global. Un examen.
   4. Recuperación en septiembre mediante otro examen global. Un examen.

Once exámenes a lo largo del curso, once oportunidades de no solo obtener el aprobado (con un cinco) sino también, once exámenes para mejorar, y con creces, sus calificaciones finales excepto el de recuperación en septiembre.

El alumno que obtiene un promedio de ocho o más, es un alumno que se ha esforzado durante todo el curso, haya o no necesitado presentarse a alguna recuperación trimestral. Un alumno con un promedio de ocho o más ha alcanzado los objetivos y superado los contenidos de la materia, los mismos que exige un examen de selectividad y resolverlo en dos horas.

Durante los cursos de secundaria y bachillerato ¿estamos realmente educando forjadores o creando máquinas que llevarán un sello de aprobado tras una inspección?
Ya, ya, ya escucho las voces que se alzarán diciéndome que no todos somos iguales, que no todos los estudiantes son iguales, que no todos tienen las mismas familias, que no todos tienen los mismos recursos... ¡Que todos tienen derecho a la educación por igual, sin distingos de ningún tipo!

De hecho, en España, por ley, todos tienen derecho a la educación y, por esta razón, es obligatoria para primaria y secundaria, ambas gratuitas y, en el caso de bachillerato es opcional, pero igualmente gratuita en cualquier liceo público. Entonces, los recursos están disponibles para todos sin distingos.

¿Dónde radica el problema? ¿Dónde está el punto de inflexión que diferencia a los forjadores de las máquinas con un sello de aprobado? En que no se educa ni se practica el verdadero significado de la palabra esfuerzo y, por ende, el de la superación personal. Si la vida es un continuo caer y volver a levantarse, ¿por qué no se refleja en la educación?

Considero que son muchas las oportunidades que se ofrecen a un alumno para lograr un simple aprobado, oportunidades que siembran la falsa idea de “si en este examen no lo logro, tengo otros más por delante”, idea que promueve una actitud ante la vida: la de acomodarse tranquilamente en un “mañana” donde puede ocurrir cualquier cosa, incluido los milagros.

Un alumno que recupera materias en septiembre no tendrá más de un cinco, aunque haya respondido todo bien en el examen. La ley educativa así lo dicta y es lo correcto. Demasiadas oportunidades a lo largo del curso. Ahora bien, un alumno que tenga más de tres materias suspensas en junio, después de tantas oportunidades (diez exámenes), NO debiera de tener el derecho a recuperar en septiembre (menos aún si son las troncales del ciclo) porque los contenidos que no aprendió durante un curso completo, no los aprenderá a manejar en dos meses.

En conclusión, lamentablemente el sistema educativo hace tabla rasa por abajo justificándolo en la igualdad y arrincona a los que se esfuerzan día a día, sometiéndolos a un examen de selectividad que NO merecen.

En el siguiente post comentaré sobre las desigualdades que se practican en la aplicación de los exámenes de selectividad.

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