Al igual que ha habido innumerables campañas para fomentar
la lectura en niños y jóvenes, me pregunto el porqué no existe la misma
cantidad para orientar acerca del uso y disfrute de la programación que
transmiten las cadenas de televisión y las de cable.
Desde que tenemos TDT (televisión digital terrestre)
contamos con canales dedicados exclusivamente para los más pequeños y nos
confiamos…
Nos confiamos y permitimos
que otros determinen y decidan cuáles son los mejores programas
infantiles y juveniles. Y nosotros, que confiamos, enchufamos a nuestros niños
al televisor… para poder cumplir con todas nuestras obligaciones diarias y
necesidades personales.
Tener un hijo es una gran responsabilidad. Al igual que nos
preocupamos de que tengan una alimentación balanceada, los vistamos con las
mejores prendas (para que luzcan el buen gusto de los padres), tengamos en la
sala un televisor que recuerde a la pantalla de un cine, los llenamos de
chuches porque se lo han ganado por la simple razón de ser niños y, también,
los acostumbramos a que un aprobado en todas las materias equivale a tener el
juguete de turno publicitario, el más caro, por supuesto (bajo el pretexto de
que no les falte nada e impedir que se sientan menos que los demás), no podemos
olvidar que los niños también son una esponja, que todo lo absorben, lo bueno y
lo malo.
Por esta razón, os propongo sentaros con ellos y ver juntos
sus programas preferidos y preguntaros cuál es el mensaje o aprendizaje que contienen.
Cuestionaros si transmiten valores (solidaridad, respeto, amor, amistad,
honestidad, generosidad, la paz, responsabilidad, perseverancia, humildad,
tolerancia, etc.) si incentivan la creatividad y sobre todo, si los hace pensar
e indagar. Luego, tal vez, deberéis de
afrontar lo más difícil: conversar con ellos para llegar a un acuerdo sobre lo
que les está permitido o no ver…
¡Cómo! ¿Cómo voy a
decirle que no podrá ver su programa favorito y que, además, es el que está de
moda y el que ven todos sus amigos?
Una de las soluciones puede ser: Está bien, podrás verlo siempre
y cuando lo hagamos juntos (y pueda yo, como padre, orientarte). También vale
buscar otras actividades que les gusten a nuestros hijos: pintar, dibujar,
leer, bailar, cantar, jugar, cualquiera que los aleje de la pantalla, pero
estaremos simplemente desplazando su interés por unos meses, y si tenemos
suerte, unos años. La caja mágica siempre estará allí, a la vista y a la
distancia de una tecla, esperando ser encendida.
Orientar, hablar con nuestros niños nos permite comunicar
nuestra aprobación o desacuerdo sin caer en las prohibiciones que solo conducen
a disgutos y discusiones inútiles.
Cuando mi hijo aún era un crío no mayor de siete años estaba
de moda Shi-chan. Recuerdo que regresó
del colegio diciéndome que a las cinco lo pasaban en la cadena tal. Le propuse
que lo viéramos juntos y aceptó. Durante veinte minutos tuve que morderme la
lengua varias veces para no soltar lo que me cruzaba por la cabeza, pero de
cuando en vez, yo lanzaba observaciones al aire: Uy, ¿y eso por qué? Entonces
¿qué quiere? Se va a meter en problemas… Al finalizar la emisión él me preguntó que qué
me había parecido y yo le contesté con un ¿Y a ti? Él opinó que no era de risa,
y yo, que no me había gustado y que tampoco me parecía gracioso ver lo irrespetuoso
que era el niño Shin-chan.
Ese fue el debut y despedida para Shi-chan en la pantalla de nuestro televisor. Por supuesto que hubo
de su parte otro intento, entonces le propuse ir a la biblioteca y sacar en
préstamo un tebeo.
Considero importante destacar que sentarse a ver la
televisión debería de ser un entretenimiento puntual para compartir en familia,
y al igual que nosotros, padres, acompañemos a los hijos durante alguno de sus
programas favoritos, también podríamos ver juntos otros programas no
catalogados como infantil ni juvenil. ¿Cuáles? Ya os contaré en el siguiente
post.
El control parental se ejerce, no se “programa”.
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