martes, 29 de abril de 2014

Finlandia ¿un modelo educativo a imitar?

Ya habrá quien diga Finlandia es Finlandia y nosotros somos nosotros. Es cierto, pero la educación es la base para el futuro de cualquier nación que busque superar el nivel de vida de sus ciudadanos y, después de haber leído la semana pasada un artículo de prensa acerca del modelo educativo  finlandés, comparto con vosotros mis pensamientos.

Dicho modelo se sostiene respetando una educación biopsicosocial de los personajes principales: alumnos y padres, impartida por maestros y sustentada por el gobierno.

El simple hecho de que los niños comiencen una educación formal a los siete años dice mucho, porque se supone que a esa edad se ha alcanzado el nivel de maduración que permite emplear las destrezas necesarias para aprender a leer, escribir y calcular. Además, en los primeros cursos no regresan a casa con muchas tareas que cumplir porque se sabe que el tiempo para jugar es igual de importante que el de estudiar. Y otro asunto que destacar: fundamentan el proceso educativo en la curiosidad y experimentación, dos cualidades naturales de la infancia.

Por su parte, el gobierno se hace cargo de todos los gastos inherentes a dicha educación: matrícula, textos, materiales y transporte. Incluso cuentan con un servicio de guardería gratuito para los fines de socialización de los infantes. Otro punto clave, la familia, a quien se le considera corresponsable de la educación de sus hijos, es decir, interactúan activamente en lugar de delegar cómodamente la formación de sus hijos en los colegios. Y las bibliotecas… ¡Las bibliotecas están abiertas también en los fines de semana!, por tanto, padres que trabajan pueden (y lo hacen) utilizar sus servicios en familia, recalcando que el ejemplo empieza por casa.

Y ahora lo más importante: los maestros. Sí, lo son tanto como los médicos, la diferencia radica en que los maestros son la medicina preventiva del futuro de la sociedad. Copio textual del artículo de prensa de ABC que adjunto: “Para ser maestro se necesita una calificación de más de un 9 sobre 10 en sus promedios de bachillerato y de reválida y se requiere además una gran dosis de sensibilidad social (se valora su participación en actividades sociales, voluntariado...). Cada universidad escoge después a sus aspirantes a profesores…” Sobran mis palabras…

Ser maestro de primaria es un tema muy delicado para los finlandeses porque saben que a esas edades las mentes de los niños son como una esponja que por igual pueden absorber lo positivo como lo negativo, y de esto dependerán los logros en las siguientes etapas educativas.

Recuerdo que cuando estudié la carrera se decía que maestro no podía ser cualquiera que hubiera estudiado magisterio, que se necesitaba algo más: dedicación y amor hacia los niños y comprensión para con los padres, tener paciencia (mucha) porque no todos aprenden al mismo ritmo, y por sobre todo amar lo que se hace día tras día, dentro y fuera de la escuela.

Para Finlandia, un sistema parlamentarista, los colegios son realmente el segundo hogar de los  hijos de su nación, y les permite crecer libres de doctrinas que favorezcan el pensamiento unilateral.

¿Un modelo a imitar? Apartando los resultados de PISA (porque no es el objetivo del presente escrito) considero que sí debiera de ser imitado. Como madre, imagino a mi hijo menos agobiado por aprobar un examen y con más tiempo para investigar libremente los temas de su interés, los que realmente lo llevarán a la mejor profesión que existe sobre esta tierra, la de estudiar y después trabajar en aquello que le guste, que le apasione.

Nota: Enlace al artículo que menciono: 


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