jueves, 10 de diciembre de 2015

Por qué no somos Finlandia



Mucho se comenta acerca del modelo educativo de Finlandia y sus magníficos resultados, pero… hablemos claro: no somos Finlandia.

Vivimos en una sociedad en la que la crítica precede a la autocrítica; donde la libertad de expresión significa tener derecho a decir o escribir cualquier barbaridad con tal de llamar la atención; donde se toma por bobo todo aquél que se disculpe, utilice el por favor y da las gracias; una sociedad donde prevalece aquello de que una mentira dicha cien veces se convierte en verdad; donde la calidad –en cualquier ámbito- es un signo de exclusividad cuando más bien debiera ser la batuta que dirige el crecimiento personal, social y económico; donde la colaboración y la solidaridad con todos aquellos que saludas a diario y que conoces queda relegada a un segundo plano porque ya cumpliste con tu ración de apoyo a cualquier ONG. Una sociedad donde todos somos leguleyos y si, de paso, nos ganamos unos eurines de más nos ofendemos si Hacienda lo descubre, y sin embargo somos los primeros que hacemos un follón porque un maestro suspendió a nuestro hijo.

No somos Finlandia. Para darnos cuenta basta con entrar en una cafetería y mirar el suelo. Años atrás, sorprendida, pregunté a un amigo el porqué tiraban al suelo las servilletas, palillos y colillas:

—Es que va con el  café —me contestó.

—No entiendo —le dije.

—El precio del café incluye el servicio de limpieza.

—¿Y tú apagas las colillas en el suelo de tu casa?

—Nooo, en mi casa, no.

Mientras no comprendamos que nuestra casa no termina al cerrar la puerta y que nuestro hogar se prolonga hasta las fronteras del país en el que vivimos, hasta que no seamos verdaderamente solidarios cara a cara con nuestros vecinos y amigos, mientras pensemos que por el hecho de pagar impuestos nos creamos dueños y señores de un país... los maestros y profesores tendremos menos cabida en esta sociedad desvirtuada.

Sin embargo, y porque la esperanza es lo último que se pierde, me alegró el saber que hay una propuesta en firme para mejorar notablemente nuestro sistema educativo: el LIBRO BLANCO DEL DOCENTE

No os voy a repetir lo que dice el artículo, pero os adelanto que pronto nos inundarán los aullidos y las pancartas de protesta de los docentes “acomodados y afincados” en su cargo, justo aquellos que no practican la autocrítica y han olvidado que el futuro de cualquier nación tiene sus cimientos en la educación. Buscar y promover la excelencia no es una acción elitesca porque el verdadero educador no imparte sino que comparte conocimientos y experiencias.


Llevará su tiempo implementar la propuesta del Libro Blanco del Docente, es cierto, pero es muy posible, en un futuro, que disfrutemos de un café “sin el servicio de limpieza incluido” y sin colillas y sin…


Imagen de la web de José Antonio Marina 

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