Los fisioterapeutas tienen el futuro laboral asegurado, al
igual que traumatólogos y especialistas afines. Sin duda, sus consultas triplicarán
las actuales. ¿Por qué? Por una sencilla razón: el peso de las mochilas que
niños y jóvenes de secundaria deben acarrear, cual burros de carga, en sus
espaldas. Corrijo: en sus hombros. Una mochila puede llegar a pesar unos diez
kilos entre libros de textos, carpetas y cuadernos. Para que se den una idea,
un pack de seis litros de leche pesa seis kilos aproximadamente.
Muy posiblemente hayamos escuchado a nuestros hijos
quejándose de un dolor de espalda o del hombro, incluso de brazos y manos. Y
los hay quienes presentan dolores en el cuello y cabeza. No le damos
importancia. Culpamos al crecimiento y le damos un ibuprofeno. A fin de
cuentas, pensamos, son jóvenes y pueden con eso y más. Pero no todos son
iguales, los hay resistentes, musculosos como también delgaduchos y pocos
deportivos.
Fuente: La Casa Infantil.com |
Os invito a un sencillo cálculo, en este caso basado en la
mochila de un alumno de secundaria: La mayoría de los planteles educativos
tienen un horario que contemplan seis horas diarias de clases, con seis
materias por día (45 minutos cada una aproximadamente). Cada profesor exige la
presencia de su libro de texto. Cada libro pesa un promedio de 850 gr.
Multiplicamos y voilá: 5 kilos (redondeando) de contenidos que se pasean a
diario pero que no toda será impartida ese día. Añadimos los cuadernos (mejor
son los de tapa dura por razones obvias) de 620 gr. cada uno para un total de 3
kilos y setecientos gr. Sumando libros y cuadernos nada más, nuestros hijos
cargan un promedio de nueve kilos a diario a sus espaldas.
Me dirán que hay editoriales que han dividido en trimestres
los contenidos. Bien, solo algunas lo han hecho, por tanto… Seguimos con el
problema.
A muchos jóvenes se les ve cargando la mochila apoyada en un
solo hombro, otros, en cambio, sujetando las tiras por delante tal vez en un
amago de aligerar el peso. También los he visto caminar encorvados mirando al
suelo.
¿Y saben lo que es más triste de todo esto? Que los libros
al final de cada trimestre acaban impolutos. ¿Qué no me creéis? Pues… mis ojos
son testigos. He ayudado a jóvenes de secundaria cuyos libros están como nuevos
en cualquier período del curso. Hoy día, podría justificar su pulcritud gracias
a la nueva modalidad que ofrecen las entidades gubernamentales junto con las ayudas para la adquisición de textos
escolares: la donación de libros de
textos. La condición que deben de cumplir, entre otras, es que no contengan
anotaciones escritas a mano ni estar subrayados. ¡Vaya! Si años atrás los estudiantes no
utilizaban el resaltador por pereza, hoy día tienen la excusa perfecta en sus
manos. Pero esto lo conversaremos en otra ocasión.
Yo solo sé que cada comienzo de año escolar, miles y miles
de padres desembolsan un promedio de 400 euros por cada hijo en solo libros de
textos…
Y os dejo hasta aquí, no quiero aburriros… En la próxima,
más.
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