lunes, 24 de marzo de 2014

Cuando el futuro los alcance

Los fisioterapeutas tienen el futuro laboral asegurado, al igual que traumatólogos y especialistas afines. Sin duda, sus consultas triplicarán las actuales. ¿Por qué? Por una sencilla razón: el peso de las mochilas que niños y jóvenes de secundaria deben acarrear, cual burros de carga, en sus espaldas. Corrijo: en sus hombros. Una mochila puede llegar a pesar unos diez kilos entre libros de textos, carpetas y cuadernos. Para que se den una idea, un pack de seis litros de leche pesa seis kilos aproximadamente.

Muy posiblemente hayamos escuchado a nuestros hijos quejándose de un dolor de espalda o del hombro, incluso de brazos y manos. Y los hay quienes presentan dolores en el cuello y cabeza. No le damos importancia. Culpamos al crecimiento y le damos un ibuprofeno. A fin de cuentas, pensamos, son jóvenes y pueden con eso y más. Pero no todos son iguales, los hay resistentes, musculosos como también delgaduchos y pocos deportivos.

Fuente: La Casa Infantil.com
Os invito a un sencillo cálculo, en este caso basado en la mochila de un alumno de secundaria: La mayoría de los planteles educativos tienen un horario que contemplan seis horas diarias de clases, con seis materias por día (45 minutos cada una aproximadamente). Cada profesor exige la presencia de su libro de texto. Cada libro pesa un promedio de 850 gr. Multiplicamos y voilá: 5 kilos (redondeando) de contenidos que se pasean a diario pero que no toda será impartida ese día. Añadimos los cuadernos (mejor son los de tapa dura por razones obvias) de 620 gr. cada uno para un total de 3 kilos y setecientos gr. Sumando libros y cuadernos nada más, nuestros hijos cargan un promedio de nueve kilos a diario a sus espaldas.

Me dirán que hay editoriales que han dividido en trimestres los contenidos. Bien, solo algunas lo han hecho, por tanto… Seguimos con el problema.

A muchos jóvenes se les ve cargando la mochila apoyada en un solo hombro, otros, en cambio, sujetando las tiras por delante tal vez en un amago de aligerar el peso. También los he visto caminar encorvados mirando al suelo.

¿Y saben lo que es más triste de todo esto? Que los libros al final de cada trimestre acaban impolutos. ¿Qué no me creéis? Pues… mis ojos son testigos. He ayudado a jóvenes de secundaria cuyos libros están como nuevos en cualquier período del curso. Hoy día, podría justificar su pulcritud gracias a la nueva modalidad que ofrecen las entidades gubernamentales junto con las ayudas para la adquisición de textos escolares: la donación de libros de textos. La condición que deben de cumplir, entre otras, es que no contengan anotaciones escritas a mano ni estar subrayados.  ¡Vaya! Si años atrás los estudiantes no utilizaban el resaltador por pereza, hoy día tienen la excusa perfecta en sus manos. Pero esto lo conversaremos en otra ocasión.

Yo solo sé que cada comienzo de año escolar, miles y miles de padres desembolsan un promedio de 400 euros por cada hijo en solo libros de textos…


Y os dejo hasta aquí, no quiero aburriros… En la próxima, más. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario